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¿Qué hacer cuando sentimos culpa?

La culpa es una emoción que muchos conocemos y hemos transitado en nuestras vidas y, como todas las emociones, si no la sabemos gestionar, nos puede generar incomodidad y estados de limitación importantes.

¿Qué es la culpa?

Se dice que es una emoción que incluye otras, muchas veces miedo y enojo, aunque lo característico de la culpa es una sensación de incomodidad o hasta remordimiento acerca de algo que percibimos como que “no estuvo bien”.

Y es que la culpa es la emoción que normalmente sentimos cuando percibimos que realizamos algo incorrecto, “algo malo”, algo por lo cual podríamos merecer un castigo….Podría percibirse a la culpa como el mecanismo interno a través del cual nuestro código de conducta es regulado. Algo así como si tuviéramos una serie de leyes o una constitución personal que establece: qué está bien y qué está mal, que es correcto y qué no lo es, que normas de conductas son adecuadas y hasta cómo debemos ser para sentirnos “buenas personas” y estar en paz con nosotro/as mismo/as.

La culpa y nuestro “Código interno”

Podemos encontrar dentro de cada uno de nosotro/as, si nos observamos, una especie de “código interno” que, de acuerdo a cómo sea nuestra personalidad y también a cómo haya sido nuestro entorno y educación, parece establecer nuestras “leyes y normas” personales. La emoción de la culpa metafóricamente es el “guardián del código”.De tal manera que cuando alguna de las leyes o normas de ese código no es respetada por nosotro/as mismo/as, el guardián nos lo va a hacer notar.

Este guardián del código podría parecerse a un inspector de tránsito que, cuando cometemos alguna infracción nos detiene y nos llama la atención. Hay “inspectores o guardianes” que quizás nos detienen y conversan con nosotro/as acerca de la razón por la cual estamos cruzando un semáforo en rojo o conduciendo con exceso de velocidad. Existen otro tipo de “inspectores o guardianes”, que al cometer una infracción nos quitan la libreta de conducir y/o nos colocan una multa carísima.

Si dentro tuyo tuvieras un guardián para vigilar tus propias normas, ¿cómo te trata cuando cometes una infracción?

Hay guardianes que castigan, descalifican y hasta torturan… esa es la culpa limitante que experimentamos. Hay guardianes más maduros que nos observan, nos marcan la infracción y nos instrumentan para que no la volvamos a cometer… esa es la culpa que funciona como un mecanismo de regulación interno saludable.

¿Qué normas establece tu código interno?

Además del grado de madurez de tu “guardián del código”, también denominado: el culpador/a interno”, la culpa que sentimos depende básicamente del tipo de código interno que mantengamos.

El código interno de una persona podría contener, por ejemplo, normas tan básicas como los famosos 10 mandamientos: “No matarás”, “No robarás”, etc.

Pero además podría estar acompañado de otro tipo de normas, por ejemplo:

  • “Debes hacer felices a quienes te rodean”
  • “Debes ser perfecta”
  • “Debes ser el mejor en todo”
  • “Nunca puedes abandonar a alguien que te necesita”
  • “Tienes que esforzarse al máximo siempre”
  • “Nunca puedes equivocarte”
  • “Tienes que cumplir con todo lo que los demás te piden”
  • “Siempre tienes que estar bien y contento/a”
  • “Debes ser siempre fuerte”, etc.

Y ¿qué pasa cuando esas normas tienen un “siempre” o un “nunca” o un “todo” o un “nada”? Ese es el peligro de las normas que tenemos interiorizadas en nuestro código: son demasiado generales, idealistas, rígidas o imposibles de cumplir en todo momento. Porque muchas veces hay excepciones. Muchas veces necesitamos cumplir con nosotro/as mismo/as antes que, con otros, porque eso es lo saludable, muchas veces no podemos ser “perfecto/as”, somos humanos y nos equivocamos, podemos perder en la vida y no siempre ganar, etc.

Cuando las normas internas de nuestro código se infringen, entonces el guardián del código nos acusa. Y nos acusa porque nos indica que estamos transgrediendo ese mandato.

Así que… ¿qué hacer cuando sentimos culpa?

Lo primero que podemos hacer para gestionar la culpa que sentimos es preguntarnos: ¿De qué me estoy acusando? ¿Qué dice la norma que estoy transgrediendo?

Y entonces revisar si la norma es realista o es demasiado idealista o rígida.

Si mi norma dice: “Siempre debes atender primero a los demás y luego a ti”, puedo revisar si en este momento quién más necesita de atención soy yo misma y comenzar a intentar cambiar la norma por otra más realista. Reformular una norma es un proceso y sería como actualizar nuestro código interno. Esa norma anterior actualizada podría decir: “Primero debes atender a los demás y luego a ti, salvo que tú lo necesites más”

Muchas normas pueden actualizarse.

En lugar de: “Tienes que esforzarte al máximo siempre”, podría ser más realista y efectivo formular: “Tienes que esforzarte al máximo cuando sea necesario”.

Una vez que revisamos la norma, si es una norma realista, entonces la emoción de la culpa llega para “avisarnos” o hacernos conscientes de que la hemos transgredido o “hemos cometido una infracción”. Si este aviso lo generamos interiormente de manera funcional entonces naturalmente llega el deseo de pedir disculpas y chequear si es posible de alguna manera compensar el daño.

El poder pedir disculpas sinceras con el firme propósito de hacer lo que esté a nuestro alcance para reparar lo reparable de una situación y comprometernos firmemente a no volver a “cometer esa infracción” para aprender y luego quedarnos en paz, es producto de gestionar inteligentemente esta emoción.  

Y este proceso, a medida que se interioriza, permite que la culpa se transforme en una emoción que nos indica algo que debemos revisar, en lugar de una incomodidad que nos ocasiona malestar.

¿Qué normas podría tener tu código que sería importante actualizar?

Una pregunta que ha sido fundamental formularme en mi propia vida

Te saludo cordialmente:

Coach María de los Ángeles Pardo

 

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