¿Qué normas establece tu código interno?
Además del grado de madurez de tu “guardián del código”, también denominado: el culpador/a interno”, la culpa que sentimos depende básicamente del tipo de código interno que mantengamos.
El código interno de una persona podría contener, por ejemplo, normas tan básicas como los famosos 10 mandamientos: “No matarás”, “No robarás”, etc.
Pero además podría estar acompañado de otro tipo de normas, por ejemplo:
- “Debes hacer felices a quienes te rodean”
- “Debes ser perfecta”
- “Debes ser el mejor en todo”
- “Nunca puedes abandonar a alguien que te necesita”
- “Tienes que esforzarse al máximo siempre”
- “Nunca puedes equivocarte”
- “Tienes que cumplir con todo lo que los demás te piden”
- “Siempre tienes que estar bien y contento/a”
- “Debes ser siempre fuerte”, etc.
Y ¿qué pasa cuando esas normas tienen un “siempre” o un “nunca” o un “todo” o un “nada”? Ese es el peligro de las normas que tenemos interiorizadas en nuestro código: son demasiado generales, idealistas, rígidas o imposibles de cumplir en todo momento. Porque muchas veces hay excepciones. Muchas veces necesitamos cumplir con nosotro/as mismo/as antes que, con otros, porque eso es lo saludable, muchas veces no podemos ser “perfecto/as”, somos humanos y nos equivocamos, podemos perder en la vida y no siempre ganar, etc.
Cuando las normas internas de nuestro código se infringen, entonces el guardián del código nos acusa. Y nos acusa porque nos indica que estamos transgrediendo ese mandato.
Así que… ¿qué hacer cuando sentimos culpa?
Lo primero que podemos hacer para gestionar la culpa que sentimos es preguntarnos: ¿De qué me estoy acusando? ¿Qué dice la norma que estoy transgrediendo?
Y entonces revisar si la norma es realista o es demasiado idealista o rígida.
Si mi norma dice: “Siempre debes atender primero a los demás y luego a ti”, puedo revisar si en este momento quién más necesita de atención soy yo misma y comenzar a intentar cambiar la norma por otra más realista. Reformular una norma es un proceso y sería como actualizar nuestro código interno. Esa norma anterior actualizada podría decir: “Primero debes atender a los demás y luego a ti, salvo que tú lo necesites más”
Muchas normas pueden actualizarse.
En lugar de: “Tienes que esforzarte al máximo siempre”, podría ser más realista y efectivo formular: “Tienes que esforzarte al máximo cuando sea necesario”.
Una vez que revisamos la norma, si es una norma realista, entonces la emoción de la culpa llega para “avisarnos” o hacernos conscientes de que la hemos transgredido o “hemos cometido una infracción”. Si este aviso lo generamos interiormente de manera funcional entonces naturalmente llega el deseo de pedir disculpas y chequear si es posible de alguna manera compensar el daño.
El poder pedir disculpas sinceras con el firme propósito de hacer lo que esté a nuestro alcance para reparar lo reparable de una situación y comprometernos firmemente a no volver a “cometer esa infracción” para aprender y luego quedarnos en paz, es producto de gestionar inteligentemente esta emoción.
Y este proceso, a medida que se interioriza, permite que la culpa se transforme en una emoción que nos indica algo que debemos revisar, en lugar de una incomodidad que nos ocasiona malestar.
¿Qué normas podría tener tu código que sería importante actualizar?
Una pregunta que ha sido fundamental formularme en mi propia vida
Te saludo cordialmente:
Coach María de los Ángeles Pardo